¿Oyes el sonido profundo de la propia vida?

MENSAJE A MI LECTOR:

Para que encuentres sentido a mis palabras, te sugiero que las leas con el orden que las escribí... consulta el archivo.
Aunque siempre puedes elegir las etiquetas. Tú decides.

Gracias por la visita.

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Vuelve cuando quieras... te espero.

lunes, 16 de junio de 2008

Sueños eternos... que no nos abandonen...

Que los sueños se queden contigo y conmigo... que los sueños no nos abandonen...

Feliz semana.
Laia.

Hoy lloro por un sueño roto que no es el mio...

Quiero contarte también esta noche que tengo una pena profunda. A mi hija pequeña la ha dejado el novio y, ver cómo está sufriendo me está rompiendo el corazón. Y también, me está removiendo la experiencia de mi hija mayor que pasó por algo parecido y mi propia experiencia. Las mujeres sufrimos eternamente por los hombres. Sí, ya sé que los hombres también sufren... pero pocos son los que entienden de lealtad...
Pongo esta imágen de una bailarina porque mi hija fue una de ellas. Me dijeron que la apoyara porque valía... pero algo pasó, algo que nunca he sabido y lo dejó de repente. Nunca ha querido decírmelo. Nunca he podido averiguar la causa. Pero algo muy duro le pasó entonces. Y ahora, lleva cuatro días llorando por un hombre que le prometió amor, que le pidió que confiara en él... y ella, dejó poco a poco sus temores y sus miedos para acabar herida...
Es mi niña, mi propia sangre... es un trozo de mi vida. Y no puedo evitar llorar por ella.
Yo también tengo mis cicatrices. Mis sueños aplastados uno a uno... espero que, para ella, sea el primero y el último.
Laia.

Mis palabras son calmas y no tiembla mi voz...

Mis palabras son calmas... emotivas... mis palabras salen del corazón... lo consigo con PAZ y sosiego, con calma y equilibrio... El horizonte se mantiene ante mis ojos con la serena actitud del que se siente seguro. Mi voz no tiembla ni se irritan mis cuerdas vocales. Mi mirada no busca aquello que no tiene y mi cabeza se mantiene lúcida. Mi cuerpo sigue gordo y mis pies siguen hinchados. Mis manos se están arrugando y en mi cuello avanzan las marcas del tiempo. También sigo fumando. Y acostandome muy tarde.
Te voy a confesar otro de mis secretos: no aguanto a SeñorSíSeñor. No lo soporto la mayor parte del día. No es que ya no esté enamorada de él, es que no me gusta nada de lo que veo. A veces, como por ejemplo la semana pasada que tuvimos que hacer un viaje imprevisto a su casa y, como no me dio tiempo a prepararme, casi pierdo los nervios, casi le hubiera estampado un guantazo en los morros... ya sé, ya sé, no soy partidaria de la violencia pero... por un rato pensé que no podría controlarme. Porque no quiero ir a su casa, a su pueblo, a ver a su madre, a su hermana... no quiero que la humedad del lugar me pringue la piel, que el calor me agobie... no quiero... pero sobre todo no quiero, porque él es como es... porque no es capaz de ser amable conmigo bajo ninguna condición.
No quiero el milagro de su conversión, tampoco lo espero. Además, sé que es imposible. Pero, un poco de amabilidad, por favor...
Laia.

Muñecas rotas con alma y fuerza...

Muñeca rota y abandonada.
Ya no juegas al juego del desamor.
Ya no te ponen sobre la cama.
Ya no decoras con tu color y con tu belleza.
Muñeca rota, desconchada, desaliñada... con el vestido manchado.
Ahora vives en la piel de la niña que te ha descuidado.
Tus mejillas ya no son sonrosadas y tu pelo está enredado.
Las muñecas rotas dan miedo.
Porque el alma sigue viviendo...
Porque la fuerza ya no se la lleva el viento...
Porque, con la lección aprendida y a pesar del trastero,
no hay heridas abiertas en esta mujer que no te olvida.
Laia.

jueves, 5 de junio de 2008

Feliz día...

Me voy con el deseo de que, sea cual sea el día que vengas a estar conmigo, sea un día feliz. Aquí te dejo ésta versión para una hermosa canción.

Que la LUZ te acompañe.
Laia.

Me veo así...

Durante mucho tiempo he tenido como fondo de escritorio éste cuadro.
Me gusta mucho, mucho. Y me he dado cuenta de que me identifico con él.
Me veo así.
Con unos kilos más, claro, muchos más... pero me veo así.
El pelo largo recogido, los colores que me gustan, los pendientes... el libro que se adivina...
Te lo dejo para que lo disfrutes.
Laia.

Un bebé entre mis brazos...

Te voy a contar otro secreto... uno tierno, amable y emotivo... te voy a contar que quiero un nieto... ya sé que no es el momento, ya sé que mis hijas tienen otras cosas en las que pensar pero, siento dentro de mi una necesidad grande de tener un bebé en mis brazos, un hijo de mi hija. Un ser que me lleve hacia el futuro y que lo llene de deditos y mofletes, de pañales, colonias suaves y muslos regordetes. Y quiero, que sea una niña, una bebita con la que reflejar todo lo que quiero dar. Sin prejuicios y sin arrastrar el pasado de malentendidos y rencillas.
Laia.

Cosas que pasan por la noche...

La noche oscura me conmueve y también me asusta... suena el timbre de la puerta a altas horas y mi perrita salta de su letargo y empieza a ladrar con fuerza. Me asomo por la mirilla sin hacer ruido pero no abro la puerta por miedo y por precaución. La luz de la escalera está encendida y oigo el ascensor. Durante unos segundos me planteo si me asomo a la ventana para ver quién es. Al fin me decído y lo hago a tiempo de ver que mi vecina, está subiendose a una ambulancia con ayuda de dos enfermeros. No es la primera vez que le ocurre, la anterior, hace unas semanas, acudieron más de veinte bomberos y diez o quince policias. Cortaron la calle con varias ambulancias, tres UVI móvil, cinco o seis coches patrulla y un coche de bomberos. Tuvieron que desplegar una de esas escaleras enormes para entrar en su casa pues, en medio de su desconcierto y perdida entre la bruma de la soledad, el alcohol, la anorexia y la depresión, había llamado a su ex marido para decírle que se había clavado un cuchillo...
La historia de esta mujer jóven es muy oscura, muy complicada.
No todos sabemos o podemos conciliar nuestros sueños y nuestras frustraciones. A veces, llegamos a una encrucijada y no encontramos la LUZ que nos indique por dónde seguir con nuestra vida.
Yo quiero mantener mi mente en su sitio y no dejar que la sinrazón me ocupe.
Quiero sentir mariposas en mi estómago. Quiero verlas revolotear a mi alrededor dándome alegría y emoción ante lo más sencillo, lo más inocente, lo más sincero...
Laia.

Un día, un descubrimiento... (439)

Un día, sentada en uno de los bancos del parque, descubrí un sentimiento que no conocía. Era una sensación extraña y muy intensa. Golpes muy fuertes hacían de mi corazón un saco recio contra el que chocaba mi desconcierto. Miraba hacia el cielo pero no podía verlo porque las copas altas de los árboles me lo impedían. Las chicharras, cansinas ellas, me acompañaban en aquella tarde del final del verano. Calor, mucho calor recorría el aire pero yo, acomodada en el banco y medio escondida entre los grandes troncos y los parterres de flores, disfrutaba de un descanso fresco y tranquilo. Los niños jugaban cerca de los columpios y de vez en cuando alguno corría hacia la fuente con la atenta mirada de su madre sobre la espalda. Habían sonado ya las seis de la tarde y yo no tenía prisa, esperaba paciente a que mi amiga Paqui llegara. El sentimiento extraño se movía en mi interior con soltura, con descaro y, sin darme cuenta, me estaba invadiendo por completo... ¿qué me estaba pasando? ¿Qué era aquello que sentía y que me estaba haciendo sentir tan sola y triste? Hasta ese momento me había sentido contenta, alegre y dispuesta a pasar una tarde agradable con mi amiga... ¡si yo no quería llorar! ¿Por qué tenía los ojos mojados?
Aquella tarde mi amiga me dio plantón y, como no teníamos móviles, hasta días después no supe el motivo.
No pude ponerle nombre a aquél sentimiento que despuntaba por la piel. Recogí mi pena injustificada y mis lágrimas lentas y, sobre las nueve y media me levanté despacio y, despacio, me fui hacia mi casa.
Muchos años después, cuando ya había parido a la primera de mis dos preciosas hijas y la vida se mostraba sorprendente, supe que, aquello que sentí por primera vez una tarde de verano en un parque, era el descubrimiento de la individualidad.
Cuando nos damos cuenta de que vivimos solos y solos moriremos, los órganos se desplazan por nuestro interior con urgencia y, necesitamos de toda una vida para volver a ponerlos en su sitio.
La responsabilidad se apodera de nuestros sentidos y desde ese momento, algunos nos empeñamos en ser coherentes.
Laia.

martes, 3 de junio de 2008

No llores mujer...


No llores mujer...
Laia.

Esperando milagros...

Quiero reconocerte esta noche, que estoy esperando un milagro, un acto de magia, un acontecimiento inesperado... delante del espejo, viendo el reflejo de mi cambio, de mi evolución hacia la curación, ahí estoy, sentada y esperando...
La decisión está tomada: mi fe en el mañana y en mi misma si hace falta, me tiene esperando una visión clarividente, una pista...
Quiero dejarte otro secreto: ya no soy la misma. Aunque seguiré sonriendo y viviendo como si todo estuviera en el mismo sitio.
Estoy lista.
Ya voy viviendo.
Gracias por estar ahí.
Laia.

La afición de escribir...

Mi afición a venir y escribir en secreto me gusta tanto, que no puedo dejar de hacerlo aunque, el motivo que propició la inauguración de este blog, ya no es tan apremiante... más bien está dejando de existir pues, por fortuna, ya no soy la misma.
Estoy recopilando muchas fotos y cuadros y, cada vez que tenga uno que me motive, retomaré aquél capricho de hace tiempo, el de escribir influenciada por una imágen.
Ésta me encanta. Te la regalo, te la ofrezco para que la mires y te dejes llevar por la delicadeza de las manos que la pintaron. Ojalá te guste tanto como a mi.
Los jardines que mi infancia tiene capturados en el recuerdo, son jardines llenos de rosas mojadas, de pétalos casi ahogados por las gotas de la lluvia primaveral. Son pequeños rincones bordeando las casas familiares que te invitan a entrar y a mojarte entre el ramaje, a pincharte con sus espinas, a pringarte de su aroma al rozar tu cuerpo con sus tallos, casi doblados por el peso de las gotas de la vida.
Laia.

La lluvia me gusta...

Me gusta la lluvia.
El olor vivo de las calles mojadas en otoño es maravilloso.
Con paraguas o sin él, la lluvia huele a poros abiertos y a miradas cristalizadas.
Recuerdo aquellos días de mi adolescencia en los que salía a pasear y, cuando me encontraba con algún conocido, su respiración y la mia eran más frescas, más sinceras, más reales.
Me gusta la lluvia.
Laia.

lunes, 2 de junio de 2008

Mirando al frente, así me siento...

Así me siento, mirando al frente rodeada de mucho de lo que quiero...
A punto de recolectar lo que anhelo y deseo...
La belleza es parte de mi vida, porque la busco y la encuentro...
Amigo:
Escucha y te llenarán los silencios...
Pon un poco de atención y podrás tocar tu cielo...
Todo lo que necesitamos lo llevamos dentro...
Laia.

Gracias Olga...

Se ha acabado el mes de mayo, mes de las flores, como decían antiguamente...
Ý con él, se va una etapa dura de mi vida.
A partir de junio, no tendré que ir cada semana a ver a Olga, mi querida psicóloga.
Ya estoy muy bien.
Ahora sólo iré cada quince días.
Gracias Olga.
Para tí ésta bonita flor.
Yo también te echaré de menos...
Laia.