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jueves, 5 de junio de 2008

Un día, un descubrimiento... (439)

Un día, sentada en uno de los bancos del parque, descubrí un sentimiento que no conocía. Era una sensación extraña y muy intensa. Golpes muy fuertes hacían de mi corazón un saco recio contra el que chocaba mi desconcierto. Miraba hacia el cielo pero no podía verlo porque las copas altas de los árboles me lo impedían. Las chicharras, cansinas ellas, me acompañaban en aquella tarde del final del verano. Calor, mucho calor recorría el aire pero yo, acomodada en el banco y medio escondida entre los grandes troncos y los parterres de flores, disfrutaba de un descanso fresco y tranquilo. Los niños jugaban cerca de los columpios y de vez en cuando alguno corría hacia la fuente con la atenta mirada de su madre sobre la espalda. Habían sonado ya las seis de la tarde y yo no tenía prisa, esperaba paciente a que mi amiga Paqui llegara. El sentimiento extraño se movía en mi interior con soltura, con descaro y, sin darme cuenta, me estaba invadiendo por completo... ¿qué me estaba pasando? ¿Qué era aquello que sentía y que me estaba haciendo sentir tan sola y triste? Hasta ese momento me había sentido contenta, alegre y dispuesta a pasar una tarde agradable con mi amiga... ¡si yo no quería llorar! ¿Por qué tenía los ojos mojados?
Aquella tarde mi amiga me dio plantón y, como no teníamos móviles, hasta días después no supe el motivo.
No pude ponerle nombre a aquél sentimiento que despuntaba por la piel. Recogí mi pena injustificada y mis lágrimas lentas y, sobre las nueve y media me levanté despacio y, despacio, me fui hacia mi casa.
Muchos años después, cuando ya había parido a la primera de mis dos preciosas hijas y la vida se mostraba sorprendente, supe que, aquello que sentí por primera vez una tarde de verano en un parque, era el descubrimiento de la individualidad.
Cuando nos damos cuenta de que vivimos solos y solos moriremos, los órganos se desplazan por nuestro interior con urgencia y, necesitamos de toda una vida para volver a ponerlos en su sitio.
La responsabilidad se apodera de nuestros sentidos y desde ese momento, algunos nos empeñamos en ser coherentes.
Laia.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

LA SENSACION EXTRAÑA ES TU INCAPACIDAD DE PODER DISFRUTAR ESA TRANQILIDAD QUE DIOS TE DAVA.PORQUE NO PUDISTE SENTIR ESE CARICIA QUE TE DAVA LA VIDA LAILA. LA FELICIDAD SE ENCUENTRA EN LAS PEQUEÑAS COSAS QUE NOS DA LA VIDA....

lali dijo...

Hermoso relato.
Que capacidad de plasmar en palabras, vivencias de todos, y de todo. Me encanta.
Lali