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domingo, 5 de agosto de 2007
¡VENGO A GRITAR!
Vengo a gritar. ¿No he creado este blog para eso? ¡Pues he venido agritar! ¡Y también a llorar! ¿Para qué voy a intentar engañarte...? También estoy llorando... porque me duele el alma de tristeza y soledad... porque me he equivocado... porque estoy metida en una vida que no es la que quiero... porque SeñorSíSeñor es un impresentable. (Y conste que no pongo otro calificativo porque no quiero que me censuren, pues me gusta este libro virtual que estoy escribiendo y no quiero perderlo... si nó, diría... ¡uy! Lo que diría...)
Grito de pura energía contenida. Y lloro de puro desamor. Y sí, ya sé que no va a mediatizar mi vida de ahora en adelante pero, lloro por un amor que nunca he tenido. Ha sido un amor por el que me he dejado las uñas, los dientes, el corazón... sin embargo, es un amor que nunca he tenido. Y miro a mi alrededor y veo que, muy a mi pesar, la mediocridad me invade, me aplasta, me envenena, me desestabiliza, me pringa, me amenaza... muy a mi pesar, porque yo no me siento nada especial, más bien todo lo contrario. Y no he querido verlo hasta ahora pero es esa misma mediocridad la que me obliga a sentirme, afortunadamente, muy lejos y muy por encima. Han tenido que pasar treinta y un años... y aún no sé cómo llamar a esta actitud mia: ¿estupidez, obcecación? La puedes nombrar como quieras. Y ponerle un lazo del color que prefieras y después, por favor, si conoces la dirección de aquél que me niega, mándaselo todo junto con unas notas que digan: "Tú, y no otro, la ha despreciado" "Tú, y sólo tú, la has perdido" "Nunca te la has merecido" Si sabes su dirección, ¿lo harás? Porque no soy importante para él y además, es un cobarde. Le digo que me deje ir, que ya aprenderé a dejar de quererle... pero me retiene porque me necesita para sentirse mejor y para descargar sobre mi su propia miseria... Y ya, no quiero nada. Ha llegado el momento de no querer, querer nada que venga de él. Por esto es tan difícil, ¿me entiendes? Necesito, por mi salud mental y físca que me deje ir porque yo no puedo... aunque sé que me quedaré aquí, no queriendo querer nada de él, pero doliéndome de su desamor porque yo también soy una cobarde... lo sé, lo reconozco y lo asumo.
No puedes imaginar lo impresentable que es, desconocido lector. Acabamos de llegar de una reunión con "sus amigos" en la cual se ha dedicado a ponerse en evidencia y dejarme mal de mil maneras. Pero bueno, mi psicóloga, mi querida Olga, me dice que soy demasiado puntillosa, por decirlo de una manera coloquial. Que me pico por muchas cosas, vaya. Ya sé que no debería ser el centro de mi universo pero, he de aprender a desplazarlo. Te reconoceré otro secreto a gritos: soy adicta a mi marido o sea, a SeñorSíSeñor. Y, como ya sabes, a la comida también. Entonces, una de sus amiguitas, con todo el cariño claro, me ha comentado que hace unos días, en una situación concreta y especial ella y su marido se acordaron de mi, o sea, "de la gordi" Podría haber disertado durante muchas horas sobre cómo veo yo la amistad, el cariño, la sensibilidad, la educación, la integración, la "normalidad", las descriminaciones, la crueldad, la lealtad, la honestidad o, simplemente, decirle que "lo mio" se resuelve adelgazando pero, sólo le contesté que, cómo me iba a enfadar si es verdad: soy una gorda.
Soy una gorda, adicta a la comida y a mi marido... ese señor mayor que vive conmigo aunque, cuando lo miro, no puedo entender por qué pues, antes, ya sabía que era feo por fuera pero ahora, también sé, que es feo por dentro...
Laia.
Grito de pura energía contenida. Y lloro de puro desamor. Y sí, ya sé que no va a mediatizar mi vida de ahora en adelante pero, lloro por un amor que nunca he tenido. Ha sido un amor por el que me he dejado las uñas, los dientes, el corazón... sin embargo, es un amor que nunca he tenido. Y miro a mi alrededor y veo que, muy a mi pesar, la mediocridad me invade, me aplasta, me envenena, me desestabiliza, me pringa, me amenaza... muy a mi pesar, porque yo no me siento nada especial, más bien todo lo contrario. Y no he querido verlo hasta ahora pero es esa misma mediocridad la que me obliga a sentirme, afortunadamente, muy lejos y muy por encima. Han tenido que pasar treinta y un años... y aún no sé cómo llamar a esta actitud mia: ¿estupidez, obcecación? La puedes nombrar como quieras. Y ponerle un lazo del color que prefieras y después, por favor, si conoces la dirección de aquél que me niega, mándaselo todo junto con unas notas que digan: "Tú, y no otro, la ha despreciado" "Tú, y sólo tú, la has perdido" "Nunca te la has merecido" Si sabes su dirección, ¿lo harás? Porque no soy importante para él y además, es un cobarde. Le digo que me deje ir, que ya aprenderé a dejar de quererle... pero me retiene porque me necesita para sentirse mejor y para descargar sobre mi su propia miseria... Y ya, no quiero nada. Ha llegado el momento de no querer, querer nada que venga de él. Por esto es tan difícil, ¿me entiendes? Necesito, por mi salud mental y físca que me deje ir porque yo no puedo... aunque sé que me quedaré aquí, no queriendo querer nada de él, pero doliéndome de su desamor porque yo también soy una cobarde... lo sé, lo reconozco y lo asumo.
No puedes imaginar lo impresentable que es, desconocido lector. Acabamos de llegar de una reunión con "sus amigos" en la cual se ha dedicado a ponerse en evidencia y dejarme mal de mil maneras. Pero bueno, mi psicóloga, mi querida Olga, me dice que soy demasiado puntillosa, por decirlo de una manera coloquial. Que me pico por muchas cosas, vaya. Ya sé que no debería ser el centro de mi universo pero, he de aprender a desplazarlo. Te reconoceré otro secreto a gritos: soy adicta a mi marido o sea, a SeñorSíSeñor. Y, como ya sabes, a la comida también. Entonces, una de sus amiguitas, con todo el cariño claro, me ha comentado que hace unos días, en una situación concreta y especial ella y su marido se acordaron de mi, o sea, "de la gordi" Podría haber disertado durante muchas horas sobre cómo veo yo la amistad, el cariño, la sensibilidad, la educación, la integración, la "normalidad", las descriminaciones, la crueldad, la lealtad, la honestidad o, simplemente, decirle que "lo mio" se resuelve adelgazando pero, sólo le contesté que, cómo me iba a enfadar si es verdad: soy una gorda.
Soy una gorda, adicta a la comida y a mi marido... ese señor mayor que vive conmigo aunque, cuando lo miro, no puedo entender por qué pues, antes, ya sabía que era feo por fuera pero ahora, también sé, que es feo por dentro...
Laia.
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