Recuerdo la imágen del tendedero en invierno, cuando la niebla, el frío, la nieve o la lluvia movía las pinzas enganchadas en la cuerda... y me parecían seres indefensos y olvidados que, eso sí, cuando se necesitaban debían hacer su trabajo... y, si por la inclemencia del tiempo se rompían o se oxidaban, las tiraban... ¡qué crueldad! Por eso, cuando me hice adulta y tendí mi propia ropa, nunca dejé una pinza colgada del tendedero, nunca la abandoné a su suerte... En verano, el recuerdo que destaca son las sábanas tendidas al sol y el reflejo sobre el blanco nítido del algodón bien lavado y escamondado (una palabra que me fascina, que la decía mi madre con absoluta norma y regularidad y no sé muy bien qué significa)... y el gusto de jugar entre ellas toqueteándolas mientras los mayores te gritaban: "No toquéis las sábanas blancas que se ensucian" En fin... también recuerdo que mi hermano hacía pistolas con las pinzas que mi madre desechaba y, cuando necesitaba más y las cogía a escondidas, ella siempre lo descubría y le obligaba a dejarlas tal como estában... abandonadas colgando de una cuerda que mi padre o mi abuelo tensaban de vez en cuando para que la ropa no tocara el suelo...Laia.

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