Una ventana con flores y nieve cayendo... esa es una de las imágenes de mi infancia... mi madre tiene una "mano" para las plantas asonbrosa y siempre ha tenido muchas y muy bonitas... y la nieve, ¡ay! esa sí que es una de las cosas más arraigadas en los recuerdos de mi niñez. Hacíamos muñecos de nieve en el colegio, patinábamos y nos divertíamos con trineos en las excursiones a la alta montaña, muy cercana a mi pueblo natal. Mi pueblo era pequeño y olía a carbón y a leña. Las tardes eran largas despedidas hacia el horizonte... con nubes platino y sol dorado, según la época del año... mi pueblo eran caras familiares que me conocían y me daban agradables recados para mis familiares, mi pueblo era la confianza de ir a comprar con la retahíla: "Ha dicho mi madre que me dé un kilo de tomates de los que a ella le gustan..." para acabar diciendo: "Me ha dicho que ya los pagará ella cuando venga..." Y el tendero o la pescatera contestaban: "Sí, sí, venga, vuelve pronto a casa..." Pero tú te quedabas en la calle porque habías llamado a tu amiga del alma para que te acompañara a comprar, y subías y bajabas la calle Mayor con la ilusión de encontrar aquellos ojos infantiles con los que soñabas sueños inocentes llenos de esperanza y belleza...Laia.

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