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sábado, 2 de junio de 2007

Sólo unos minutitos...

Mientras espero que se seque el suelo, vengo corriendo a decir algunas cosas en silencio. Mi marido, al que a partir de ahora llamaré SeñorSiSeñor, lleva varios días sin hablarme. Nos fuimos de viaje a casa de su familia hace una semana y allí debí hacer algo muy malo y desde entonces me castiga. Ni siquiera me dice o reprocha lo que sea que haya hecho... al parecer lo tengo que adivinar y así, mientras intento localizar mi fallo, error o maldad, me dedico a vivir alrededor de él, de sus manías, de sus altibajos emocionales, de sus desprecios... pero sólo para mantener mi atención en él, ¿eh? Para quejarme de lo mal que se comporta conmigo, no, porque eso es un invento mio dentro de mis muchas paranoias y tergiversaciones. De tal manera, cuando reviento un día y expreso dolor por algo que ha dicho o hecho, ¡siempre estoy equivocada! ¡Siempre!
A la vuelta del viaje, hice el gilipollas otra vez: le rogué, le supliqué, lloré y me lamenté hasta hacer el ridículo y así estuve una o dos horas. No sé por qué, cuando se pierde el norte, se pierde también para saber cuánto tiempo estás a la deriva...
Sólo le pedía una explicación: ¿por qué de repente me sanciona con su indiferencia?
Pero me contesta, cuando ya llevo rato llorando y suplicando, que no va a entrar en mi juego.
Es un ser raro que no sabe ni las más mínimas normas de convivencia.
Cuando él era joven no importaba porque vivíamos en una sociedad donde el hombre era el amo de la vida y, ¡por supuesto! no se cuestionaba si quería o no quería hablar y mucho menos, que ese detalle pudiera ser considerado como algo mal hecho o negativo para la convivencia. Porque la convivencia era algo que determinaba el propio hombre y era él el que marcaba las normas con su pauta diária.
Está perdido pero no lo sabe. Necesita ayuda pero no la quiere. Al menos la mía, no.
Me voy corriendo a vestirme que me voy a la peluquería para hacerme un moño. Veremos qué hace el peluquero con mis rastas, a ver donde las mete. Ya te lo contaré.
Mi señorSiSeñor lleva varios días que no me habla y todo el mundo en la boda lo va a notar.
¿Qué pasa! ¿Somos tontos o qué? Ya tiene la propia vida argumentos suficientes como para amargarnos la existencia, ¿por qué se empeña en ganar siempre? ¡Siempre ganar!
Mi marido se ha tomado nuestra relación como una rivalidad. Desde el primer día. Seguramente.
Laia.

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