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lunes, 4 de junio de 2007

Soltando la melena de mis pensamientos...

Esta noche dejaré suelta la cabeza... no quiero dirigir mis pensamientos. Necesito que las cosas salgan para que no me opriman el alma, al menos durante un rato. Y son muchas las que quieren salir. Muchas, las que se aferran a la razón para mantenerse vivas e hirientes.
Sin embargo, a pesar de lo mucho que necesito decir lo que pienso y lo que siento, no es fácil soltar la lengua...
¡Estoy harta! ¡Muy harta de todo! ¡Hasta los mismísimos ovarios!
Para romper con todo lo que me hace daño, jugaré al juego del propio engaño y soñaré con la vida que no tengo y quise tener. Aunque, bien pensado, no sé si podré recordarlo todo, es más, ahora que lo pienso, no sé ni siqueira si conseguiré rocordar algo de lo mucho que ideé, esperé, soñé, imaginé, proyecté e incluso, visualicé en mis noches de sueños a medida. Para empezar, creo, que jamás quise para mi una vida de altibajos emocionales. Y creí haber elegido al ser más maravilloso del mundo con el que compartir todo el amor que el universo puede generar en el corazón de una mujer. Un ser con el que podría compartir mi vida y al que podría amar por encima de todas las cosas...
Al leer esto que acabo de escribir, ¿no os suena a misticismo, idealismo, a algo casi religioso? ¡Ese ha sido mi gran error! Creer que era DE VERDAD ese ser maravilloso al que podría dedicar mi vida con total justificación... y no era verdad, nunca es verdad. Porque los seres humanos somos falibles, mediocres y absolutamente despreciables, como mínimo, en algún momento de nuestras vidas. Quiero compartir contigo, que me estás leyendo y a quien no conozco, que la vida es una mierda porque nosotros, las personas en general, la hacemos mala, dolorosa, miserable, deplorable, pestilente...
Me voy a la cama esta noche, dejando pensamientos en lugar de secretos. Pensad, pensad en la vida y en lo que hacemos de ella. Mientras vivimos en la opulencia, los niños se mueren de hambre y de sed, de enfermedades y de soledad... y mientras a ellos les pasa todo eso, mi marido ya me habla: de su boca han salido hoy dos frases.
¿Tengo derecho a quejarme? ¡Que me hable si quiere! Y si no quiere, que se calle. Yo intentaré pensar en el mundo que hemos hecho entre todos, para ver si puedo hacer algo.
Tengo como norma no leer lo que he escrito así que, doy por hecho que mis palabras tienen sentido y merecen ser leídas.
Laia.

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