¿Oyes el sonido profundo de la propia vida?

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sábado, 2 de junio de 2012

Lo podemos llamar soledad...




 Hay cosas que me llevan directamente a la infancia. 
Por ejemplo, ésas botellas recicladas y limpias, transparentes. 
Llenas de flores delante de una ventana.
Las tormentas también.
Un camino escondido, se perfila desde lo más profundo de mi mente y guia mis pasos hasta verme con coletas. O con trencitas, que era lo que a mi realmente me gustaba.
El olvido de las pequeñas cosas, hace que, aquello que tiene un significado para tí y sólo para tí, deje de existir... o quizás no se pierdan del todo y sigan estando ahí, a la espera de que vuelvas a pensar en ellas...
Yo me agarro con fuerza a aquella niña pequeñita con grandes ojos verdes, que llevaba siempre los calcetines largos arrollados a los tobillos y que, unos caracolillos rebeldes, rubios y ensortijados, adornaban su carita siempre asombrada...
¿Qué será de aquellas margaritas que aún recojo al borde de la carretera mientras paseo con mi abuelo?
¿Qué pasará con aquellos montoncitos de arena que preparé un día, para que las hormigas al volver se encontraran su casa hecha?
¿Qué será de aquél sol al caer la tarde que un día me acompañó y me dio calor mientras veía cómo se llevaban a mi madre al hospital? ¿Me esperará el brillo dorado de aquél sol de otoño en algún rincón del camino de vuelta a la Madre Tierra? ¿Sabrá el sol que ya sólo lo recuerdo yo?
¿Qué hará aquél espantapájaros que me asustaba, el día que ya no lo recuerde? ¿Se irá a los sueños de otras niñas para poder asustarlas?
Los días de nuestra vida están llenos de pequeñas cosas que le dan sentido a lo que hoy sientes y piensas, a lo que eres y esperas pero, de repente, pasados los años, te das cuenta de que a nadie le importa un bledo.
A éso lo podemas llamar, soledad...

Laia.

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