Las mentiras van cayendo... (352)

El carnaval de mi vida se acaba poco a poco... ya no quedan muchas caretas detrás de la que llevo puesta. La necesidad de quitarlas y llevar mi cara expuesta me apetece, me gusta... es como un reto, como la satisfacción que se siente después de haber aprobado el curso que te capacita para desarrollar una actividad que te gusta y gratifica. Las mentiras van cayendo...
SeñorSíSeñor ha pasado el día en el Valle del Jerte, que, por si no lo conoces, es el mítico lugar de Extremadura desde donde salen las primeras cerezas de la temporada y las primeras fotos de la floración de los árboles... es una visión maravillosa que nunca he podido ver en vivo y en directo pero, sabiendo como sabe la ilusión que me haría ver el valle en flor, se ha ido sin dejar sobre la mesa ni una sola promesa para consolar mi desilusión y, casi envidia... símplemente, intentó no decir a dónde iba, informándome ayer al medio día de que hoy se marchaba de excursión, sin más, con sus compañeros de empresa pre-jubilados como él. Pero, por circunstancias ajenas a los dos, se vio forzado a tener que decírmelo así que, me quedé rebotada totalmente... y es que, has de saber amigo lector, que todo lo relacionado con las cerezas, me apasiona...
Las cortinas y las fundas de las sillas de mi cocina son de tela blanca con unas cerezas preciosas, y tengo fuentes de servir con cerezas y broches para la ropa con cerezas y postales, dibujos, pinzas para la ropa, reproducciones de cerezas muy conseguidas que tengo distribuidas en cuencos por algunos sitios de la casa. Todos los amigos que conocen mi "debilidad" me mandan escritos sobre cerezas, poemas, fotos, salvapantallas... cualquier cosa que esté relacionada con ellas... ¿entiendes por qué me ha sabido tan mal su actitud?
Un día iré y podré llorar de emoción ante la explosión de amor y belleza que nos ofrece la Naturaleza todos los años en el Valle del Jerte. Extremadura.
Cuando ha vuelto, yo estaba con una amiga tomando una coca cola en una heladería que hay junto a casa. Él venía hablando por teléfono sonriendo y muy contento y, cuando me ha visto a través del cristal, cosa que no esperaba, se ha quedado sorprendido. Yo, he bajado la mirada intentando hacer ver que no le había visto, por si preferia pasar de largo y no sentirse obligado a tener que entrar y saludarnos. Entre el ventanal desde donde hemos cruzado por un instante las miradas y la puerta de entrada al local, hay una especie de viga ancha que oculta la visión tanto desde dentro como desde fuera así que, se ha parado ahí, justo en el lugar donde no podía verle, durante unos minutos, tiempo suficiente para despedirse de quién fuera con quien estuviera hablando con tanto entusiasmo y alegría... supongo que, muy a mi pesar, estaría hablando con "su amiga" de la que hablaré un día de estos por el mero gusto de desahogarme. Ha entrado y se ha mostrado como sorprendido y, como diría, como muy considerado, muy atento, y muy efusivo... mi amiga se ha levantado a besarle pues él no tomaba la iniciativa de saludarla (sólo me miraba a mi) y, después, como yo he seguido sentada y tranquila, se ha agachado para besarme, en los labios como siempre que nos besamos (es el único contacto que tenemos hoy por hoy: el roce de nuestros labios, algunas veces, porque también le molesta la ceremonia del beso de despedida y de saludo...) pero yo, por primera vez y sin haberlo pensado antes ni por casualidad, he apartado los labios y ha acabado besándome en la comisura.
Me he quedado perpleja... ¿qué me está pasando? Bueno, es sólo una pregunta retórica, claro.
Por fín está ocurriendo... al fin están cambiando las cosas...
Porque, ¿sabes qué? Me empieza a importar un bledo incluso, que estuviera hablando con "su amiga", ya sabes, su "novieta".
Queda pendiente hablar de ella en próximos días pues, percibo, una necesidad de hacerlo que tiene más que ver con la intención de clarificar ideas que, con el hecho de tocarme las heridas... ¡ya ves qué cambios!
Laia.