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sábado, 26 de mayo de 2012

El corazón en una nuez...



Hola.
¿Estás ahí?
Te escribo a tí, ¿recuerdas? eres mi lector, mi confidente.
Hace mucho que no vengo a escribirte pero hoy, me ha llegado un comentario anónimo que me ha hecho reaccionar.
Sé que hay muchas personas como yo atrapadas a su dolor. A su soledad.
Los días que vivímos están siendo extremadamente duros al márgen de los propios problemas, porque ahora hay que sumar el temor por un futuro incierto, por la penuria económica y por la maldad de los políticos y los banqueros.
El mundo se tambalea. 
El dinero no llega.
No hay trabajo para nadie.
Quiero contarte, que una de mis hijas lleva dos años y medio en el paro y que, dentro de muy poco, la ayuda que le estamos dando, se agotará. ¿Hay mayor maldad en el mundo, que dejar que otros se hundan en la miseria mientras tú y tus compinches salvan a los bancos?
Lo que le faltaba a mi vida... ver cómo mis hijas se sienten perdidas y sin esperanzas.
El dolor de los demás me inhabilita para vivir medianamente en paz. 
SeñorSíSeñor sigue en su tónica.
Creo que no ha vuelto a ver a la compañera con la que me fue infiel pero, ha servido de poco pues, después de haber convivido con su madre todo un año, la convivencia ya no tiene solución. Parecía que lo estábamos superando, que podíamos salir adelante. Incluso, él empezó a compartir cosas suyas conmigo. Cuando tenía que salir a hacer algo, me pedía que le acompañara. Y cuando salía solo, me contaba si se había encontrado con algún amigo, si había visto algo interesante... parecía que empezábamos a entendernos, a querernos de nuevo. Después llegó su madre, la persona más mala que conozco y, todo se volvió a deteriorar. Ella malmetió a mis hijas contra mi. Le contaba a su hijo las cosas de la forma que más daño me pudieran hacer. Le mentía descaradamente. Él se dio cuenta y durante muchos meses, peleó con ella y discutió, diciéndole unas cosas que a mi misma me ponía los vellos de punta. Y no porque la mala vieja no se lo mereciera, sino porque, nunca, lo había visto tan contundente y tan receptivo, incluso intuitivo, para entender lo que la madre perpetraba y manipulaba.
Mis hijas y yo, lo pasámos muy mal, no sólo por todo el daño que nos hizo sino también, porque es una persona tan negativa, tan oscura, egoísta y egocéntrica, que estar en una misma habitación con ella te contaminaba y acababas con la misma mala leche que ella.
Ahora él no se acuerda o no quiere acordarse de todo aquello. Cuando hablan por teléfono se comporta como si fuera la mejor y más cariñosa madre del mundo, a pesar de que él mismo me reconoció en momentos que quizás ya no quiere recordar, que nunca se ha sentido querido por su madre y que sabe, que los problemas que tiene para relacionarse se los ha generado ella. Por supuesto, no ha sentido empatía por las consecuencias que he sufrido y que aún colean. 
He necesitado todo un año para recuperarme medianamente. Aún no estoy bien del todo, pero sí mejor.
Físicamente he empeorado pues, sin estar más gorda, casi no puedo moverme por los dolores de la cadera y de la pierna. Es un círculo vicioso: si adelgazo, se me quitarán casi todos los dolores pero, no adelgazo porque no salgo a andar, ya que me duele mucho. Me lo ha dicho mi doctora. Como bien y la prueba está en que no engordo, pero no es suficiente para adelgazar. Y no es cuestión de estética, ya no, es por la salud.
¿De dónde voy a sacar la fuerza para mover éste cuerpo dolorido?
Ya voy a cumplir cincuenta y seis años. Y lo noto. Incluso intelectualmente. Estoy perdiendo reflejos y capacidades a velocidad de vértigo y es que, también me lo dice mi doctora: todo lo que no sea una vida equilibrada pasa factura.
No sé qué cosas te conté las últimas veces que estuve por aquí. Si me he repetido en alguna, espero que sepas y puedas disculparme.
¿Cómo me siento en este momento?
Pues bien.
Bueno, no negaré que me duele que SeñorSíSeñor no sea comprensivo y agradecido con la paciencia que he tenido con su madre... porque en realidad, no lo piensa así, ya que él piensa que yo siempre puedo aguantar un poquito más, un giro más de la tuerca.
Y tampoco negaré que no me duela, que no agradezca haberle dejado seguir conmigo después de su traición. Porque, cuando pasó un tiempo, llegó a negarme que lo que pasó, pasara. Quiso negar la mayor. Aunque no se lo consentí.
Tengo ayudas, no lo voy a negar así que, estoy bien.
Sóla, dolorida, preocupada, cansada, pero estoy bien.
Ahora puedo convivir con los silencios, porque ya no me molestan. ¿De qué sirven las palabras, cuando las usan más como sanción que como premio? Mejor el silencio, es un compañero más fiel...
Ayer, cuando estaba abriendo y troceando las tres nueces que cada noche le echo al yogurt de soja, una de la nueces al abrirla, me regaló un corazón...

Laia.

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