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sábado, 16 de agosto de 2008
"Un libro..."
Un libro abierto por la penúltima página, la que marca setenta y unas lentes redondas sobre la mesa... un anciano mirando por la ventana y pensando en sus cosas, básicamente, las que ocurrieron en el pasado... la lluvia caía sin ruido porque el alerón del porche impedía que chocara contra los cristales... no hacía frío, era un otoño cálido que la humedad de los chaparrones diarios no conseguía enfriar... cinco años con aquél pequeño libro y cada día, alcanzaba a girar una sola de sus hojas... repasaba los párrafos tantas veces como quería de una forma minuciosa y, al cerrarlo, acariciaba suavemente sus lomos... ¿qué le faltaba a él para conseguir el milagro? ¿por qué no llegaba a la conjunción de los dos mundos? ¿acaso él no era creyente? Si tenía fe en lo desconocido... ¿por qué entonces no ocurría? Era muy posible que todo fueran invenciones suyas pero, por si acaso, cada tarde volvía a coger el libro, lo abría como se cuida una flor y se disponía al adiós... el anciano confiaba que, en el momento más inesperado, daría con el párrafo que abriera la puerta de lo desconocido... mucho le había costado abrir sus tapas para leer y, cuando lo hizo, lloró con miedo y con emoción... toda una vida consagrada a las letras, a los mensajes que hay encriptados en ellas... dedicado a coleccionar palabras con misterio, a encontrar significados ocultos tras los pensamientos y las intenciones de los que las escribieron... estaba seguro de que aquél libro reunía todas las fantasías que un hombre podía imaginar y, sobre todo, que con aquél libro entre las manos, podían ser materializadas...
Una cabellera blanca y lacia cubría los pensamientos de aquél hombre solitario que, sin embargo, vivía rodeado de una familia cariñosa que lo mimaba sin tapujos...
La puerta de la habitación se abrió de repente dando un portazo y un niño morenito y con el pelo ensortijado se agarró a las rodillas de su abuelo... la madre llegó tras él con la intención de volver a ponerlo sobre su silla y ante la merienda... pero el niño no quería fruta... la madre lo cogía de la mano... el abuelo sonreía... "déjalo un rato conmigo" y la hija cerró la puerta...
"A ver Carlitos, ¿qué pone aquí?" El niño, espabilado y precoz en los temas de aprendizaje, leyó para su abuelo...
Aquél día, en aquella espera lluviosa y serena de otoño, sonaron las palabras mágicas y él lo supo aún sin verla... del fondo del pasillo fue acercándose una silueta difuminada por la oscuridad de la tarde cuando muere...
"Díle a tu madre que me voy con la abuelita, anda, ve y díselo..."
Carlitos abrió la puerta con el entusiasmo de los niños hiperactivos y salió gritando a su madre el recado de su abuelo...
Cuando la mujer apareció, apenas en unos segundos, su padre se había ido... lloró, claro, porque le amaba, pero se sintió dichosa al ver que su padre había conseguido lo que quería... había muerto rodeado de sus libros, de sus reliquias, de sus trofeos y tesoros... y con el único libro que había leído en los últimos años, el que su madre tenía entre las manos el día que le dio el infarto...
Laia.
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2 comentarios:
¡Qué triste! ¡Qué hermoso!
Echaba de menos tus cuentos...
Besos y cerezas
Muirne
No leí tristeza...leí anhelo y esperanza...búsqueda y al fin reencuentro. Lo que no leí y si percibí, es nostalgia...es muy hermoso.
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