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jueves, 4 de junio de 2009

En mi pasado, por un día...

Después de mucho tiempo, aquí estoy de nuevo, con calor y de madrugada... espero que sigas ahí, lector amigo, para recoger mis palabras y mis secretos...
He venido a contarte que mi abuela falleció hace unos días. Fui a su entierro, por supuesto, y allí me reencontré con familiares y amigos que hacía más de veinte años que no veía.
La tristeza de su pérdida flotaba en el aire y en los corazones de todos pero, en el fondo, teníamos la sensación de que, por fin, ya estaba descansando, pues sus últimos años fueron muy duros. Pero, no sólo la pena de su muerte bullía en mi mente. Y soy consciente de que puede parecer bastante superficial lo que voy a contarte... y me va a costar mucho hacerlo...
Cuendo volví hace unos días al pueblo donde la enterraron, no sólo me reencontré con esos familiares y amigos de los que hablo, también pude saludar a un antiguo noviete y, cuál no sería mi sopresa, al ver en su mirada aquella misma chispa brillante de hace más de treinta años, cuando nuestros ojos se clavaban el uno en el otro buscando la cercanía. Su madre no me reconoció, tuve que decírle quién era. Pero él, sí. Los dos hemos hecho nuestras vidas al márgen de aquellas ilusiones de antaño, pero supe, que algo había quedado entre su piel y la mia de todo aquello que habíamos sentido. Yo era una muchachita pequeñita, delgadita, guapetona y sobre todo simpática. Y tenía muchos pretendientes, que era como se llamaba entonces a los chicos que querían casarse contigo... pero elegí a SeñorSiSeñor como marido...
Tuve que asumir que, sabiendo que al entierro de mi abuela iría casi todo el pueblo, sería para mí muy duro pues, cuando dejé atrás aquél lugar, dejé admiración y deseo en la mente y en el corazón de muchos de aquellos amigos, novios y compañeros que, al volvernos a ver, descubrirían que me había convertido en una señora gorda y vieja... con ojeras... en fín...
Me sentía mal por tener esos sentimientos pues lo trascendente era la muerte de mi abuela pero, no podía dejar de pensar en ello.
La mirada de aquellos ojos pequeños de color castaño, con su chispa del pasado aflorando, me reconcilió conmigo mísma. Además, SeñorSíSeñor, me dio el cariño y el respaldo que necesitaba...
Me he enfrentado a mi pasado, algo que necesitaba para encarar mi vida desde la nueva perspectiva en la que me encuentro pues, durante todo este tiempo que no he venido a contar secretos, han pasado muuuuuuuuuchas cosas. Algunas muy malas pero otras, buenas.
Todo eso, te lo contaré otro día.
Lo prometo.
Laia.